Manzanares….porque sí!!!

Manzanares
José Mari Manzanares en la Maestranza de Sevilla

MANZANARES porque sí. En mayúscula se escriben los nombres propios con capacidad y solera. Solera porque viene de torero y propio porque se lo ha ganado.

Se corría la última de la feria de San Miguel, que no por lo esperada, cumpliendo con las expectativas. En la tarde del viernes la novillada de Talavante que pasó sin pena ni gloria en cuanto a trofeos se refiere. Excepto, la voluntad de los que vienen de ser triunfadores de la temporada.

Juanito, el portugués, que dio la vuelta al ruedo; Ángel Jiménez que estuvo de «buen gusto» y la aseada faena de Francisco Manuel que no enganchó con el público. En la despedida de Padilla, el sábado, el ganado de Matilla que -casi- lo echó todo a rodar. Y así se llegó a la postrera, con todas las esperanzas habidas y por haber.

Tarde del 30, domingo y final de feria, con un aficionadísimo de excepción y orgulloso y padre en la barrera, Cesar Cadaval . Su hijo Alfonso Cadaval, tercer y alternativamente espada, que nada menos recibiría los trastos de manos de Morante de la Puebla. ¿Testigo…Manzanares y ahí es ná!

Contando el toreo de Morante de la Puebla, que siempre asoma esa belleza imposible de explicar para quien no lo tiene delante y no es retórica; con sus lances de increible plástica que paran el tiempo. O debería de parar el tiempo, y así lo pedimos cuando esto ocurre, pero al final todo pasa por desgracia.

Luego, cuanto un toricantano muestra que tiene arte, y que no ha llegado aqui por ningún birbiloque; que pone decoro y rectitud en sus formas, con una seguridad de figura; sin regatear en ningún momento, ni siquiera en los quites; respondiendo y máxime, cuando le toca cerrar el telón con los efluvios de los fenómenos anteriores… pues debería ser suficiente para poner un punto y final, de una presentación taurina como San Miguel, en Sevilla.

Eso si, no sin antes hablar un poco de lo que José Mari Manzanares hizo una vez más en esta plaza, ahora, con un toro de Domecq.

Una vez más, y no hay que cansarse de decirlo, demostró que de casta le viene eso de torear. Porque la casta no solo es para los lidiados, claro está. Y este torero la tiene, y mucha. Al componer la figura con ambas manos, sin igual; al natural y con la derecha, asombroso; con un repertorio de escaparates celestiales, impresionante.

Ni siquiera ensombrecidos por un grotesco restregón al perder la cara de su oponente. Si tuviera la suerte que tanto intenta, esa de recibir al toro para enviarlo al desolladero, la Puerta más deseada le hubiera acogido otra vez… para ver el Guadalquivir desde una posición inigualable: sobre hombros de cualquier capitalista.

Pero ese fue el borrón de la cuenta. Pinchó dos veces. Aún así, sin dar lugar a ningún adjetivo contrario a lo que es «ser grande» Manzanares escribe sobre la historia del Paseo Colón, por las páginas que están en el cielo, y no me refiero a los ángeles.

Aquí os dejo un enlace de una entrevista a este fenómeno de la naturaleza que está en Toros para Todos.

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