La Catedral de Sevilla

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La giralda de Sevilla

“La Catedral de Sevilla tiene compás, por flamenca…grandeza por lo que encierra…sabiduría por lo que cuenta… y enorme belleza , por las tres reglas… “

Es una obra que sobrecoge, admira, ilumina, absorbe y nubla…todo a la vez. Mirarla desde cualquier ángulo; pasar a su lado o entrar en ella, puede empequeñecer al más grande. Al mismo tiempo, que hace sentirse distinto.

Parece que el Sol la castiga, perverso e incomprensible, para luego retirarse tranquilo al atardecer, dejando la cadencia del ocaso filtrarse por sus arcos. O esconderse, cuando la lluvia se encapricha en cada cúpula, haciendo vomitar las gárgolas, e impasible y parsimoniosa, deja escurrir toda aquella agua, iluminada ahora por la mano del hombre, para dar fe de su estatus.

Con sol o lloviendo, es de una belleza incuestionable.

Y es cierto que estremece, pero sin ningún terror, la inmensidad de sus bóvedas interiores. El retablo del altar mayor; su larga veintena de capillas, y otros tantos altares; el enorme órgano que flanquea el coro… algo que no se puede ver en una sola visita, en fin, deja boquiabierto al más pintado. Sin olvidarnos del Patio de Los Naranjos, que es una dependencia a la que se puede acceder desde la calle por la Puerta del Perdón. ¡Pero que patio!

Teniendo en cuenta la gran capacidad humana para construir, esta catedral resalta, si cabe, dicha habilidad en grado sumo. Nada de lo que se pueda escribir sobre ella, es comparable a su vista. Textualmente, y exacto.

Es la catedral gótica más grande del mundo, patrimonio de la humanidad que declaró la UNESCO en 1987, que se dice muy pronto. Y en dimensión, solo la Basílica de San Pedro, en el Vaticano, y la Catedral de San Pablo en Londres, le dejan en el tercer lugar dentro del catolicismo. En cuya comparativa de tamaño, naturalmente, no entra su arquitectura.

Su estructura –para no mermar la enorme historia- se construye sobre la derruida mezquita que fue, primero almohade y luego mudéjar, que comenzó a ser abatida en 1433, y así,  dar paso a la inauguración del templo gótico, inexorable y sobrio, allá por 1507.

Lo único que se respetó de todo aquello, fue La Giralda. Construida en su día a imagen y semejanza de la Kutubia de Marrakech, y muy bien plantada para hablar de la crónica de los hombres, credos y religiones, y ostentar durante varios siglos, con sus 101 metros incluido el giraldillo, la mayor altura de todo el territorio peninsular.

Luego se van construyendo dependencias anexas, que contemplan el estilo renacentista, barroco, académico y neogótico por este orden, hasta 1928. Un año antes de la primera exposición universal de esta ciudad, que también dejó resultados como la Plaza de España, otra de las maravillas que se atesoran la capital andaluza.

Especial esta Catedral de Sevilla, especial Sevilla y sus gentes, sus saetas, sus costaleros, sus capataces, tronos y procesiones…..devoción y recogimiento para los creyentes, y especialísima puesta en escena de un calvario, para cualquiera que crea o no… ¿Qué importa el credo, si la verdad solo existe en los corazones? Una verdad que define de manera precisa, lo que debemos hacer todos los seres humanos…amarnos, los unos a los otros…tal como ese Cristo predicaba, incuestionable versión.

Y todo lo que nos recuerda este camino que llevamos y ahora nos lleva con la cruz a cuestas, con esa cruz que un día cargó aquél, que nos quiso salvar de todos los pecados, y ahora cargamos nosotros, empapados en millones de yerros cometidos cada segundo de nuestro tiempo.

Y llega el día deseado por todos los sevillanos, el Jueves Santo…y la madrugá…. Desde la mañana muy temprano, ya se presiente lo que va a venir. Mercados y bares donde el personal se desayuna, tienen un olor peculiar, mezcla de azahar y café con churros, típico y auténtico.

Reconocible además cada pascua, que sabe de amanecidas en chocolaterías, por el paseocolón, asaltados por la brisa que hace tirar de las rebecas, al lado del Guadalquivir.

“Si…Sevilla tiene un color especial…”

Y en este día mucho más, pues sus calles,  embriagan con los aromas primaverales; los naranjos preñados de esas flores arracimadas y blanquísimas, en cada diez pasos de acera o plaza… que da a sus avenidas un precioso manto blanco y único… ¿Cómo iba a ser menos, la madrugá?

Esa noche la catedral se engalana, y la muchedumbre ocupa todos sus rincones, para ver pasar a su cofradía preferida. Favorita o no, porque hay que verlas todas, allí se esperan Silencio, Gran Poder, Macarena, Calvario, Esperanza de Triana, Gitanos…que hace un rato estaban en La Campana, donde sus costaleros se lucen bajo sus trabajaderas… al son de las bandas de cornetas y tambores, para enardecer al más indiferente de los seres.

Excepto el silencio, eso sí…que, como dijo aquél que la seguía por primera vez… «pues si que es verdad… se puede escuchar la mosca volando… por Santiponce»

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