El Ciclón de Jerez, vuelve.

el ciclón de jerez

Vuelve El Ciclón de Jerez

La tarde pintaba sombra. A punto de sonar los clarines de La Maestranza, no brillaba el sol ni una mijita.

La expectación se podía masticar, desde Puerta Jerez hasta El Barranco.

El Paseo Colón, recién salido de una Semana Santa que aún deja aromas en el ambiente, y cera por el suelo, vuelve a adornarse para escuchar ahora los olés que se respiran ya en el aire. Hacen el paseíllo tres toreros de postín, y no cabe un alfiler, para no salirse de la jerga. ¿Los toros… de Victoriano del Rio, y a ver que pasa.

Y suenan los clarines…comienza el paseíllo más esperado -desde Manolete supongo- porque vuelve a pisar el albero uno de los grandes de la tauromaquia, Juan José Padilla…el pundonor personificado, que no le importa el parche en el ojo, para seguir demostrando quien fue y quien es, en este juego de vida y muerte. Con él, José Mari Manzanares -el de la saga que conocemos, que su padre está en la barrera- y el otro, muy querido también en esta plaza, Alejandro Talavante.

Tres hombres y tres rostros, que coinciden solo en una cosa: el toro bravo.

El ciclón de jerez, Padilla, genio y fuerza además de torería con sabor a clásico, a quien sus dos oponentes no dejan lucirse. Solo demostrar, que está ahí y que ha vuelto por sus propios…co-fueros. El primero, el que abrió plaza, casi se deja. El segundo, no valía ni pa estar escondido tras los chopos. Banderilleó en ambos turnos, y levantó al respetable, respetuoso sin redundancia, y admirado por tal hazaña de, sin un ojo, ser tan igual como con los dos. ¡Olé Padilla!

El de Alicante, Manzanares, a quien vino a visitar el sol y el viento, fue el culpable de todo el lío. El sol en su primero, apenas un atisbo, mientras enjaretaba una faena de las llamadas memorables. Dos orejas fueron la rúbrica. Y en el segundo, cuando también quiso verlo el viento, llegó la apoteosis, el lío, el follón, el «plaza bocabajo» y unos cuantos adjetivos más. No se puede torear con más lentitud, ni hacer mejor lidia, ni marcar mejor los tiempos, ni dosificar mejor al toro. Enorme.

Y, para que no se ría el demonio de la mentira -continuando en la jerga- la forma de matar recibiendo, INIGUALABLE. En mayúsculas, y no es gritar…solamente es decir, la verdad. Muchas tardes de toros…muchísimas corridas desde el año mil novecientos sesenta y pocos…muchos toreros….muchas figuras, que jamás se deben comparar…pero, eso sí, quien te cala, te cala. Y por eso, porque también caló a la gente de Sevilla, abrió la puerta más grande de todas las épocas: La Puerta del Príncipe, que vio como le arrancaban los machos y cualquier cosa del vestido a la que pudieron llegar. Fenomenal.

Que a buen seguro, segurísimo, ya le hubiera gustado al que se apoda «ciclón de jerez» o «pirata». Padilla en fin.

Y qué decir de Talavante, serio, con gracia de esfinge, que recuerda entre Manolete y el de Vitigudino, sabiendo cómo ponerse para sacar petróleo de una charca. A más cada día, nos muestra un sinfín de recursos y sorprendentes pases, impensados e impensables, Alejandro, un vecino de las tierras extremeñas, querido, muy querido aquí en Sevilla. Será por algo.

Una oreja en su primero fue el premio, y un reconocimiento ajustado a su estar por encima de los dos, cuando abandonaba la plaza.

Una tarde de toros de la Feria de Abril, en que las añoranzas y los misterios que sobrevuelan el cielo del Arenal, incluso amenazando destemplanza de chubascos, no pudieron con la fiesta. Que vayan tomando nota.

No hubo ciclón de jerez, pero si que en persona y alma estuvo allí. Y como dice en la entrevista, «seguiré siendo el ciclón de jerez»

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